Uno de los puntos fuertes de la película es la lenta transformación que sufre el personaje que interpreta Sophie Marceau para convertirse en Monica Bellucci. Para ello no se utilizó el famoso “Morphing”, si no que adaptaron la parte de una en la otra, haciendo que las dos movieran exactamente los mismos músculos para luego solaparlos en post-producción. Realmente está muy conseguido, y por momentos no logras distinguir a una y a otra, creándose a veces una auténtica mezcla desconcertante.
A la directora, Marina de Van, trabajar con estas dos actrices le imponía mucho respeto, pues no sabía si estaría a la altura de estas grandes estrellas. Pero todo este miedo desapareció cuando las conoció y vio como se ofrecían completamente al proyecto. La respetaban mucho por su anterior film (Dans ma peau), así que esa confianza hizo que surgiera una compenetración entre ellas muy intensa. Cosa que se puede apreciar perfectamente en la puesta en escena, donde las dos actrices logran una interpretación soberbia.
Según de Van, con esta película, quiere mostrar una reflexión sobre qué ocurre cuando nos giramos y observamos todo lo que hemos hecho en nuestra vida, comparándolo con lo que teníamos pensado hacer. Lo que queríamos ser, y lo que realmente somos.
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